Es importante que el personal que recoja las opiniones del niño o niña actúe dentro de sus competencias y tenga cuidado de no intentar ser el terapeuta del menor. Las mejores preguntas son las que no ejercen presión y son abiertas. Puede ser útil ilustrar que no hay respuestas correctas, por ejemplo diciendo: «A algunos niños y niñas les encanta jugar, a otros les resulta muy difícil y otros están en el medio. ¿Qué te parece a ti el recreo?».
No les pregunte por qué se sienten de una determinada manera, ya que puede que no lo sepan e intenten componer una respuesta simplemente para satisfacer la pregunta.
Lo importante es saber, si pueden compartirlo, qué aspectos encuentran útiles y cuáles les resultan difíciles, para que esta importante información pueda ser conocida por las personas adultas que les apoyan en la escuela.
Muchos niños y niñas que han tenido experiencias infantiles adversas están muy preocupados por «encajar» o «ser normales» y «ser como los demás». Es crucial que nos tomemos en serio sus preocupaciones y pensemos en cómo podemos satisfacer sus necesidades con discreción y sensibilidad.
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