Download PDF

Fomentar la participación de niños, niñas y adolescentes en los centros educativos

La educación ha experimentado enormes cambios a lo largo del tiempo. En el pasado, el profesorado era visto como una autoridad absoluta que tenía todo el conocimiento, y el papel del alumnado consistía simplemente en recibir pasivamente esa información. Esto suponía un claro desequilibrio de poder, ya que el alumnado tenía poco control sobre qué y cómo aprendía. Hoy en día, existe un amplio consenso en la necesidad de una distribución más equitativa del poder, de modo que quienes estudian tengan voz en su aprendizaje, haciéndolo más relevante para sus objetivos de aprendizaje y, por tanto, haciéndoles más propensos a comprometerse con el material y los temas. Sin embargo, el estudiantado de los centros de secundaria sigue afirmando que no los ven como espacios en los que puedan participar activamente en la toma de decisiones.

La visión de la infancia como un estado pasivo ha cambiado a favor de una en la que son participantes activos no solo en sus propias vidas, sino también en las vidas de quienes les rodean y en sus contextos sociales más amplios. Sin embargo, cuando preguntamos a niños, niñas y adolescentes siguen informando de una participación limitada en sus entornos cotidianos. Esto es especialmente cierto en el caso de los colegios e institutos, donde afirman tener pocas oportunidades de participar, excepto en cuestiones periféricas, ya que siguen funcionando según un modelo jerárquico en el que rara vez se escuchan sus voces.
La participación se ha definido en términos generales como un proceso continuo de conversaciones respetuosas –entre personas adultas y niños, niñas o adolescentes– en el que las más jóvenes pueden comprender que ese diálogo tiene repercusión en sus vidas. Estas conversaciones deben respetar la dignidad y las contribuciones de la infancia, considerando valiosas sus experiencias y puntos de vista. Además de ser importante para fomentar el respeto a la diversidad, la participación de los niños, niñas y adolescentes en la comunidad educativa también puede mejorar el proceso de enseñanza y aprendizaje. Al escuchar y considerar las necesidades individuales de cada cual, el profesorado puede adaptar su docencia para satisfacer mejor esas necesidades. Al mismo tiempo, es fundamental que el equipo docente reconozca y aborde sus propios sesgos y prejuicios para garantizar que la experiencia educativa sea justa y equitativa para todo el alumnado. Estos sesgos pueden afectar no solo a la relación entre profesorado y alumnado, sino también a la relación que un alumno o alumna tiene con el contenido con el que interactúa. Es bien sabido que las emociones pueden influir enormemente en el aprendizaje: se ha demostrado que el estrés y la relajación tienen efectos opuestos pero potentes en la capacidad del cerebro para procesar y retener información.

La tarea del profesorado incluye asegurarse de que la experiencia de aprendizaje sea positiva, y para ello, es fundamental crear actividades que permitan a cada estudiante aproechar sus puntos fuertes para tener éxito. Para lograrlo, es necesario mantener un enfoque flexible y adaptarnos a las diferentes necesidades, pues lo contrario afectará negativamente su motivación y autoestima. Asimismo, debemos trabajar para que todas y todos se sientan seguros, reconocidos y desarrollen un sentido de pertenencia dentro del aula y la comunidad educativa.

Parte del trabajo del profesorado consiste en garantizar que la experiencia sea positiva creando actividades que permitan al alumnado aprovechar sus puntos fuertes para tener éxito. Esto implica mantener un enfoque flexible en nuestras clases; podemos seleccionar un enfoque para la clase que no se alinee con los puntos fuertes de un alumno o alumna y, si nos negamos a transigir y adaptarnos, este puede desanimarse si no es capaz de satisfacer unas exigencias que no se alinean con estos puntos fuertes. También significa trabajar para garantizar que nuestro alumnado sienta seguridad, reconocimiento , y con un sentimiento de pertenencia a lo largo de toda la experiencia de aprendizaje.

Es importante ser cuestionar nuestros supuestos cotidianos, ya que estos pueden influir en la selección de materiales y ejemplos que no se alinean con la diversidad y realidades del alumnado. Por ejemplo, referirnos a experiencias universales que no lo son (como ir al cine con ambos padres o celebrar la Navidad) puede hacer que algunas personas se sientan excluidas o marginadas. Por ello, es fundamental tener en cuenta las diferentes estructuras familiares y realidades culturales presentes en el aula al diseñar cursos y materiales.

Para mantener la motivación del alumnado, es importante que vean la relevancia de lo que están aprendiendo y los beneficios que les puede aportar (a corto y largo plazo). Para ello es clave mantener una comunicación abierta que permita escuchar sus intereses, prioridades y opiniones a la hora de presentar los contenidos de los aprendizajes.

Un enfoque participativo requiere que el profesorado renuncie a la idea de que «somos los que más sabemos» y se abra a escuchar distintas perspectivas, incluidas la de la institución y la del resto del equipo docente, pero también la que corresponde a las necesidades de su alumnado y sus familias.

A la hora de garantizar la participación del conjunto estudiantil, hay que tener en cuenta algunos obstáculos, como las resistencias a cambiar rutinas o práctica establecidas, las actitudes paternalistas o el hecho de que los niños y niñas más jóvenes no suelen tener la oportunidad de compartir sus opiniones. Además, el alumnado no siempre recibe suficiente información sobre los asuntos escolares como para sentir que pueden opinar sobre ellos. Esta falta de comunicación contribuye a que la juventud se sienta desanimada, frustrada o incluso temerosa de compartir cualquier crítica relativa a las políticas o normas.

Para fomentar la participación de la juventud y la infancia, se proponen algunas recomendaciones:

  • Crear un espacio en el que los niños y niñas tengan la oportunidad de entablar conversaciones importantes sobre su vida cotidiana en la escuela. Esto puede incluir algo parecido a un consejo escolar, pero es importante asegurarse de que el consejo represente los intereses de todo el alumnado y funcione de forma eficaz.
  • Proporcionar distintos canales para que el alumnado pueda comunicar sus necesidades, como buzones de sugerencias o foros de debate en línea.
  • También debería considerarse la posibilidad de reservar una clase para debatir cuestiones que consideren importantes.
  • La participación de los niños y niñas debe ser voluntaria y sin presiones, dándoles la opción de participar o no.
    Incluir a niños, niñas y adolescentes en la elaboración de las normas y políticas de la escuela (y garantizar que se comuniquen a todas las partes implicadas).
  • Ser flexible a la hora de diseñar y aplicar el plan de estudios para dar cabida a las sugerencias y la creatividad del alumnado.
  • Dar prioridad al establecimiento de relaciones entre profesorado y estudiantes, y a la creación de un entorno de aprendizaje seguro y agradable.
banderita CEE

The BRIGHTER FUTURE project has been funded with support from the European Commission. This publication reflects the views only of the authors, and the Commission cannot be held responsible for any use which may be made of the information contained therein.